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Poesía y Macarrones

¡LA POLÉMICA VENDE!

¡LA POLÉMICA VENDE! Sí, amigos, la polémica vende. He recibido por primera vez en mi vida de bloguero adolescente comentarios anónimos, en mi artículo del otro día. Estoy que no quepo en mí, pero me da la espina que la cosa se ha interpretado como una especie de ataque a una fauna a la que al fin y al cabo yo mismo pertenezco... No sé, yo estaba en plan coña, pero cierto es que el humor no es mi punto fuerte... Compañeros blogueros del mundo, os quiero a todos y cada uno desde vuestra insobornable diversidad, quede claro. Por si las moscas.

Y ahora hablemos de polémica de verdad: la que en todo momento rodea al artista anterior y actualmente conocido como Banksy, una de las cosas buenas que tiene la Gran Bretaña (junto a la tele, la comida india, la música, los pubs y las tiendas Primark). Banksy la verdad es que es un auténtico hijoputa, destrozando cuadros antiguos y aterrorizando a todos esos animales mientras los grafitea, y además moralmente ambiguo, pero no todo el mundo es capaz de colgar esto en un museo público. Cierto que presume de no hacer nada para Nike porque contratan mano de obra infantil, y luego lo hace para Puma, que cojea de la misma pata. Cierto que cobra un mínimo de 10000 libras por grafitti a pijos que no soportarían ni media canción de rap, pero hay una poesía evidente en todas esas ratas pintadas por las paredes diciendo que ya les llegará su turno, en los leopardos que se escapan de entre las rejas recién abiertas de un código de barras, en las máscaras antigás perpetradas sobre retrátos al óleo del siglo XVIII... Yo estoy a favor de este tipo. Tanto que voy a hacerle un pequeño favor y traducir aquí (por primera vez en castellano, oigan) su manifesto, que es una de las cosas más bestias que he leído nunca:

Extracto del diario del Comandante en Jefe Mervin Willett Gonin DSO, que estaba entre los primeros soldados británicos en liberar Bergen-Belsen en 1945:

No puedo dar una descripción adecuada del Campo del Horror en el que mis hombres y yo íbamos a pasar el siguiente mes de nuestras vidas. Es todo pura maleza estéril, desnuda como una pata de pollo. Hay cadáveres por todas partes, algunos en grandes montones, algunos en solitario o en parejas, allí donde hubieran caído. Nos llevó cierto tiempo acostumbrarnos a ver hombres, mujeres y niños derrumbarse al pasar junto a ellos y contenernos para no ir en su auxilio. Había que hacerse a la idea de que los individuos, simplemente, no contaban. Se sabía que morían quinientos al día y que iban a seguir muriendo quinientos al día durante semanas antes de que cualquier cosa que nosotros pudiéramos hacer tuviera el más mínimo efecto. Sin embargo, no era fácil ver a un niño asfixiándose hasta morir por la difteria cuando uno sabía que una traqueotomía y cuidados podrían haberlo salvado, o una mujer ahogándose en sus propios vómitos porque estaba demasiado débil para darse la vuelta, u hombres comiendo gusanos y despreciando el pan simplemente porque habían tenido que comer gusanos para vivir y ahora apenas veían la diferencia. Pilas de cadáveres, desnudos y obscenos, con una mujer, demasiado débil para estar de pie, apoyándose en ellos y cocinando la comida que le acabábamos de dar en una hoguera; hombres y mujeres agachándose en cualquier lugar para aliviarse de la disentería que les estaba devorando los intestinos; una mujer totalmente desnuda lavándose con su ración de jabón y el agua de un tanque en el que flotaban los restos de un niño. Poco después de la llegada de la Cruz Roja Británica, aunque pueda no estar relacionado con ello, recibimos una gran cantidad de barras de labios. Esto no era en absoluto lo que los hombres querían, habíamos estado suplicando cientos y miles de otras cosas y no sé quién pidió las barras de labios. Desearía con toda mi alma poder saber quién lo hizo, fue una obra de genio, de absoluta brillantez en estado puro. No creo que nada hiciera más por las internas que las barras de labios. Las mujeres se acostaban sin sábanas ni camisones pero con los labios rojos, las veías pulular sin nada más que una manta sobre los hombros pero con los labios rojos. Vi una mujer muerta en el mortuorio que se aferraba a un tubo de barra de labios. Por fin alguien había hecho algo para convertirlas en individuos de nuevo, eran alguien, más allá del mero número tatuado en el brazo. Por fin podían interesarse en su apariencia. Esas barras de labios empezaron a atraerlas de vuelta a la humanidad.

3 comentarios

Anónimo -

tu si que eres hijo puta

Trevanian -

Poesía en estado puro. La rara belleza de las pesadillas.

Hell -

Es como lo del dilema de la obra de teatro Art o la gente que entró en el Guggenheim colgando cualquier cosa en la pared y llamarlo arte.

Si al menos te revuelve las tripas, eso que te llevas...