LA HUCHA (DE LOS COJONES)
Hacerme una hucha de poemas es una de las peores ideas que he tenido jamás. Yo pensaba, allá por febrero-marzo de este año, y en mi inocencia, que era una manera genial de salvaguardar los poemas de furias destructivas, selecciones precipitadas, correcciones nerviosas, etc. Entiéndaseme: yo llevaba años prácticamente sin escribir nada (desde que terminé mi libro naranja), y de repente me encontraba con cuatro o cinco protopoemas entre las manos todos los días laborables. Como el que se topa con que el árbol viejo del jardín le empieza a dar manzanas, y quiere venderlas, hacer zumo, regalarlas, comérselas, podar el árbol... Vamos, que no sabía qué hacer con los poemas, pero sí sabía qué no quería hacer: mandarlos a concursos chorra, o componer plaquettes y darlos a leer, fragmentarlos... no quería malgastarlos, en resumen. Y por eso me fabriqué una hucha con una caja y los fui pasando por la ranura.
Ahora, a mediados de octubre, la hucha ya pesa lo suyo, y cada vez es más difícil meterle papel. La tengo en el suelo de una habitación, y me produce cierta aprensión. Le tengo miedo, por decirlo a las claras. Hace unos meses, cuando, un poco por jugar, prometí que al acertante de una pregunta le regalaría la dedicatoria del primer poema que saliera de la hucha (que tendría que abrir para la ocasión), me di cuenta de que no podía hacerlo. Presenté mis excusas y me las arreglé para dejarla como está. ¿Por qué? Pues ni yo mismo lo sé muy bien, pero, como es habitual, tengo una teoría.
El contenido de la caja no es sólo medio kilo de papel: ahí dentro está lo que yo entiendo como one shot y que consiste en: o soy capaz de escribir el libro que quiero escribir, o me voy callando (iba a decir: me dedico a la poesía, pero en este caso no vale), que bastante hemos incordiado ya a todo el mundo. Ustedes incluidos, claro.
Ese libro genial tiene que salir de la hucha, cuando la abra. Si no sale, ya no saldrá nada más ni de la hucha ni de mí. Lo que ocurre es que yo escribo de forma muy impulsiva, muy rápida, y me temo que no recuerdo ni un solo verso literal de todos los que he ido metiendo, y poemas muy pocos, tres o cuatro, de una forma muy abstracta. Como consecuencia, la sola idea de apertura de la caja me produce esos temblores en las rodillas que he mencionado.
¿Que cómo sabré si es genial o no lo que salga de la hucha? Buena pregunta. No lo sabré inmediatamente (soy incapaz de valorar mi propia obra). Lo presentaré a un concurso famoso.
Todas estas cosas me alteran tanto que sueño con la puta hucha. De verdad. A veces de forma explícita: estoy sentado en el suelo, sacando folios de la caja uno a uno y descubriendo (pero yo tranquilo, que es lo más alucinante) que están en blanco. O que han robado o están robando en casa y yo voy buscando la hucha por las habitaciones y ésta ha desaparecido, e intento perseguir al ladrón pero no puedo. Otras veces de forma implícita (creo), como un sueño que tuve en el que estaba encerrado en un salón con toda la gente que conozco o he conocido alguna vez, y todo el mundo se quejaba de que por mi culpa no podían salir. Y así noche sí noche no.
Vamos, que estoy obsesionado perdido. También tengo la teoría de que esto no me estaría pasando si yo tuviera, digamos, veintiséis, o veintisiete años, es decir, si no estuviera al borde de la treintena y sufriendo la precrisis. Antes siempre quedaba tiempo para seguir cagándola, o para pasar meses y meses sin escribir un poema. Ahora, como estoy a punto de echarle el candado a mi juventud, me entran las prisas, o alguna gilipollez de ésas. Qué cruz tengo conmigo mismo, oigan. Qué cansado estoy del barbudo éste que me aparece por los espejos. En fin. Sic transit gloria mundi.
Bueno, el caso es que todas estas teorías me han llevado a elaborar un plan de acción destinado a sacudirme de encima la puta hucha, la precrisis de los treinta, la poesía contemporánea y, si nos ponemos, hasta las [preocupantemente expansivas] entradas. Y el plan consiste en:
1- Dejar el blog. El 24 de noviembre, Horacio, ese poeta en prácticas de veintinueve años, deja de existir, tanto como poeta en prácticas como como veintialguero. Ese día escribiré la última entrada de "Poesía y Macarrones". Tiene sentido si han leído esto.
2- Abrir la hucha. A continuación, cuando llegue a casa, abriré la hucha. Le dejaré dicho a la Charo que, aunque me vea pálido, que me obligue, y que, si es necesario, que me amenace con no darme mi regalo hasta que la abra.
3- Preparar el libro. Seleccionaré, corregiré y, sobre todo, tijeretearé lo que salga de la caja. Tengo menos de tres semanas así que más me valdrá darme patadas en el culo.
4- Presentarlo a concurso.
5- Esperar al 25 de marzo. ¡Qué ilu!
Ahora, a mediados de octubre, la hucha ya pesa lo suyo, y cada vez es más difícil meterle papel. La tengo en el suelo de una habitación, y me produce cierta aprensión. Le tengo miedo, por decirlo a las claras. Hace unos meses, cuando, un poco por jugar, prometí que al acertante de una pregunta le regalaría la dedicatoria del primer poema que saliera de la hucha (que tendría que abrir para la ocasión), me di cuenta de que no podía hacerlo. Presenté mis excusas y me las arreglé para dejarla como está. ¿Por qué? Pues ni yo mismo lo sé muy bien, pero, como es habitual, tengo una teoría.
El contenido de la caja no es sólo medio kilo de papel: ahí dentro está lo que yo entiendo como one shot y que consiste en: o soy capaz de escribir el libro que quiero escribir, o me voy callando (iba a decir: me dedico a la poesía, pero en este caso no vale), que bastante hemos incordiado ya a todo el mundo. Ustedes incluidos, claro.
Ese libro genial tiene que salir de la hucha, cuando la abra. Si no sale, ya no saldrá nada más ni de la hucha ni de mí. Lo que ocurre es que yo escribo de forma muy impulsiva, muy rápida, y me temo que no recuerdo ni un solo verso literal de todos los que he ido metiendo, y poemas muy pocos, tres o cuatro, de una forma muy abstracta. Como consecuencia, la sola idea de apertura de la caja me produce esos temblores en las rodillas que he mencionado.
¿Que cómo sabré si es genial o no lo que salga de la hucha? Buena pregunta. No lo sabré inmediatamente (soy incapaz de valorar mi propia obra). Lo presentaré a un concurso famoso.
Todas estas cosas me alteran tanto que sueño con la puta hucha. De verdad. A veces de forma explícita: estoy sentado en el suelo, sacando folios de la caja uno a uno y descubriendo (pero yo tranquilo, que es lo más alucinante) que están en blanco. O que han robado o están robando en casa y yo voy buscando la hucha por las habitaciones y ésta ha desaparecido, e intento perseguir al ladrón pero no puedo. Otras veces de forma implícita (creo), como un sueño que tuve en el que estaba encerrado en un salón con toda la gente que conozco o he conocido alguna vez, y todo el mundo se quejaba de que por mi culpa no podían salir. Y así noche sí noche no.
Vamos, que estoy obsesionado perdido. También tengo la teoría de que esto no me estaría pasando si yo tuviera, digamos, veintiséis, o veintisiete años, es decir, si no estuviera al borde de la treintena y sufriendo la precrisis. Antes siempre quedaba tiempo para seguir cagándola, o para pasar meses y meses sin escribir un poema. Ahora, como estoy a punto de echarle el candado a mi juventud, me entran las prisas, o alguna gilipollez de ésas. Qué cruz tengo conmigo mismo, oigan. Qué cansado estoy del barbudo éste que me aparece por los espejos. En fin. Sic transit gloria mundi.
Bueno, el caso es que todas estas teorías me han llevado a elaborar un plan de acción destinado a sacudirme de encima la puta hucha, la precrisis de los treinta, la poesía contemporánea y, si nos ponemos, hasta las [preocupantemente expansivas] entradas. Y el plan consiste en:
1- Dejar el blog. El 24 de noviembre, Horacio, ese poeta en prácticas de veintinueve años, deja de existir, tanto como poeta en prácticas como como veintialguero. Ese día escribiré la última entrada de "Poesía y Macarrones". Tiene sentido si han leído esto.
2- Abrir la hucha. A continuación, cuando llegue a casa, abriré la hucha. Le dejaré dicho a la Charo que, aunque me vea pálido, que me obligue, y que, si es necesario, que me amenace con no darme mi regalo hasta que la abra.
3- Preparar el libro. Seleccionaré, corregiré y, sobre todo, tijeretearé lo que salga de la caja. Tengo menos de tres semanas así que más me valdrá darme patadas en el culo.
4- Presentarlo a concurso.
5- Esperar al 25 de marzo. ¡Qué ilu!
7 comentarios
josé -
Disfruta Granada
djordi -
djordi -
vicente luis mora -
Vicente Luis Mora
Apartado 498
14080 Córdoba (España)
Un saludo a todos. Me da la impresión de que estoy en mi blog, os conozco a casi todos.
larhah -
Horacio en persona -
Ah, y dejar este blog no significa dejar la blogosfera... ya veré lo que me monto cuando tenga 30 (uf).
hautor -