OTRA FÁBRICA DE ANCHOAS ES POSIBLE
Les cuento: el problema de la madurez, del fin de la juventud, es un problema de definiciones. Una cuestión semántica. Ilustraré esto con una metáfora: a los veinte, la vida de uno está en obras, y es posible hasta desentenderse de la obra y limitarse a quejarse de los ruidos de las hormigoneras, quitarse el casco, incluso. Observar.
A los treinta el edificio ya está terminado o casi y bueno, si lo que tienes es una fábrica de anchoas y tú lo que querías era un palacio romano, pues ya la jodiste. Te puedes meter en reformas, puedes pintar la fachada, acometer ampliaciones, etcétera. Pero siempre va a haber algún hijoputa que pase por la puerta y diga: esto hace un año era una fábrica de anchoas. He ahí la gran putada: que nunca eres tú el que decide la definición. Siempre son los otros.
Y bueno, y el segundo gran inconveniente consiste en que tus amigos ya hace tiempo que consideran obsoleta la sana costumbre del botelleo. Sic transit etcétera etcétera.
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josé -