COMPORTAMIENTO EN LOS CASORIOS
Comportamiento del perfecto poeta en prácticas en un casorio según el Manual para Poetas en Prácticas de García y García:
1/ El Poeta en Prácticas acudirá vestido rigurosamente de negro (excepto si es una boda gitana, a la que acudirá vestido rigurosamente de blanco), sin corbata, sin afeitar y sin peinar.
2/ El Poeta en Prácticas no dirigirá la palabra a sus compañeros desconocidos de mesa, a no ser monosílabos respondiendo a las preguntas que le hagan.
3/ El Poeta en Prácticas demostrará en todo momento que su lugar no es ése.
4/ El Poeta en Prácticas se apostará en una esquina de la barra, tras la cena, e intentará atraer hacia este lugar a atractiv@s jóvenes para hablarles de la dicotomía Valente-Gil de Biedma y contarles anécdotas personales sobre alguno de los hermanos Panero (preferiblemente Leopoldo María). El Poeta en Prácticas sustituirá a aquel/aquella joven que decida abandonar ese lugar de privilegio. El Poeta en Prácticas beberá whisky tras whisky hasta que a/ el/la joven de turno se preste a acompañarlo a casa o b/ dejen de servirle whisky, enciendan las luces y lo echen a patadas del restaurante.
Y ahí que va el aspirante Horacio, con su lección bien aprendida (pero de blanco y afeitadito, tampoco hay que exagerar), y más o menos va siguiendo los pasos marcados hasta que, tras seis o siete copas de Casa de la Ermita 2001 Petit Verdot, acepta un reto de un comensal desconocido que consiste en demostrar que es capaz de beber más whisky, a continuación sube a la pista a bailar (que es lo que según García y García JAMÁS hay que hacer), y en menos que canta un gallo se encuentra danzando (y lo que es peor, berreando las letras) al ritmo de Camela: ese gran poema iniciático titulado Cuando zarpa el amor. Y ya lanzado, agarra a su Charo y se marca un raguetón (Dale don Dale) que pido a dios que nadie grabara en vídeo. Y a continuación (trato de relatarlo pero el lenguaje se resiste a registrar tanto horror) se oyen los primeros compases de una sevillana, esas maravillosas composiciones populares tan en el germen de muchos suicidios, y ahí se queda Horacio, el Poeta en Prácticas, haciendo palmitas en el centro de la pista de baile.
Siempre me encuentro con los mismos problemas: esos códigos en los que creo y que deberían amparar mi entrada en la Gran Casa Común de la Poesía Posmoderna, esos Mandamientos que me repito y a los que me encomiendo, acaban hechos trizas a las primeras de cambio, y queda demostrada mi antipoeticidad consustancial, y suspendo todos los exámenes.
1/ El Poeta en Prácticas acudirá vestido rigurosamente de negro (excepto si es una boda gitana, a la que acudirá vestido rigurosamente de blanco), sin corbata, sin afeitar y sin peinar.
2/ El Poeta en Prácticas no dirigirá la palabra a sus compañeros desconocidos de mesa, a no ser monosílabos respondiendo a las preguntas que le hagan.
3/ El Poeta en Prácticas demostrará en todo momento que su lugar no es ése.
4/ El Poeta en Prácticas se apostará en una esquina de la barra, tras la cena, e intentará atraer hacia este lugar a atractiv@s jóvenes para hablarles de la dicotomía Valente-Gil de Biedma y contarles anécdotas personales sobre alguno de los hermanos Panero (preferiblemente Leopoldo María). El Poeta en Prácticas sustituirá a aquel/aquella joven que decida abandonar ese lugar de privilegio. El Poeta en Prácticas beberá whisky tras whisky hasta que a/ el/la joven de turno se preste a acompañarlo a casa o b/ dejen de servirle whisky, enciendan las luces y lo echen a patadas del restaurante.
Y ahí que va el aspirante Horacio, con su lección bien aprendida (pero de blanco y afeitadito, tampoco hay que exagerar), y más o menos va siguiendo los pasos marcados hasta que, tras seis o siete copas de Casa de la Ermita 2001 Petit Verdot, acepta un reto de un comensal desconocido que consiste en demostrar que es capaz de beber más whisky, a continuación sube a la pista a bailar (que es lo que según García y García JAMÁS hay que hacer), y en menos que canta un gallo se encuentra danzando (y lo que es peor, berreando las letras) al ritmo de Camela: ese gran poema iniciático titulado Cuando zarpa el amor. Y ya lanzado, agarra a su Charo y se marca un raguetón (Dale don Dale) que pido a dios que nadie grabara en vídeo. Y a continuación (trato de relatarlo pero el lenguaje se resiste a registrar tanto horror) se oyen los primeros compases de una sevillana, esas maravillosas composiciones populares tan en el germen de muchos suicidios, y ahí se queda Horacio, el Poeta en Prácticas, haciendo palmitas en el centro de la pista de baile.
Siempre me encuentro con los mismos problemas: esos códigos en los que creo y que deberían amparar mi entrada en la Gran Casa Común de la Poesía Posmoderna, esos Mandamientos que me repito y a los que me encomiendo, acaban hechos trizas a las primeras de cambio, y queda demostrada mi antipoeticidad consustancial, y suspendo todos los exámenes.
4 comentarios
Horacio en persona -
Ella y su orgía -
¡Qué mal encarrilado irías tú si no fuera por tu Charo!
Pistacho Tunante -
Así mal camino llevamos.
Seguro que tampoco usas báculo, como sabe todo el que haya visto a Antonio Gala en la tele.
"El Casa de la Ermita un sendero hacia el lado oscuro es"
leaosilva -