EL TERRITORIO DE LA FICCIÓN
es un territorio pantanoso, húmedo, clásicamente con niebla. Las fronteras las fijaron exploradores belgas sin material cartográfico que en el siglo pasado subieron río arriba mientras se los comían la fiebre y los caníbales, y evidentemente no volvieron vivos para contarnos por dónde las habían puesto.
Mis dos últimas entradas pertenecen a este territorio, creo. En la última, que no estaba destinada a ese país, dejé caer tres niños, cambié el nombre del pueblo y el color del coche y de repente ya no era yo, era la ficción, y todo se había llenado de niebla. Como la que sube del Támesis, pero en Murcia. En agosto. A las cuatro de la tarde.
En mi escena favorita de Los otros, Nicole Kidman intenta abandonar la casa, el territorio de la ficción como cuento de fantasmas en el que cada vez le cuesta más vivir. Llega a la frontera, que está sólo unos metros por delante del caserón, y la niebla la envuelve. Todos sabemos, menos ella, que no podrá franquearla. Un muerto cruza, en cambio, la frontera en la dirección opuesta, el marido, el fantasma, la historia de terror.
Este verano, las altas temperaturas, la elevada condensación marina y el exceso de literatura van a conjurar una neblina que nos envolverá a mi Charo, a nuestros dos miniperros y a mí, metidos en casa con el aire acondicionado puesto, en un territorio donde ya no va a importar el nombre del pueblo ni el color del coche ni el número de hijos. Todo será ficción, y nos escribiremos bien guapos, y pasaremos un verano llenetito de aventuras. Ah, y nuestros chuchos tendrán raza, una nueva creada a su imagen y semejanza, y con su pedigrí en la boca acudirán a cientos de citas con perritas en celo deseosas de procrear. Qué les parece.
Mis dos últimas entradas pertenecen a este territorio, creo. En la última, que no estaba destinada a ese país, dejé caer tres niños, cambié el nombre del pueblo y el color del coche y de repente ya no era yo, era la ficción, y todo se había llenado de niebla. Como la que sube del Támesis, pero en Murcia. En agosto. A las cuatro de la tarde.
En mi escena favorita de Los otros, Nicole Kidman intenta abandonar la casa, el territorio de la ficción como cuento de fantasmas en el que cada vez le cuesta más vivir. Llega a la frontera, que está sólo unos metros por delante del caserón, y la niebla la envuelve. Todos sabemos, menos ella, que no podrá franquearla. Un muerto cruza, en cambio, la frontera en la dirección opuesta, el marido, el fantasma, la historia de terror.
Este verano, las altas temperaturas, la elevada condensación marina y el exceso de literatura van a conjurar una neblina que nos envolverá a mi Charo, a nuestros dos miniperros y a mí, metidos en casa con el aire acondicionado puesto, en un territorio donde ya no va a importar el nombre del pueblo ni el color del coche ni el número de hijos. Todo será ficción, y nos escribiremos bien guapos, y pasaremos un verano llenetito de aventuras. Ah, y nuestros chuchos tendrán raza, una nueva creada a su imagen y semejanza, y con su pedigrí en la boca acudirán a cientos de citas con perritas en celo deseosas de procrear. Qué les parece.
3 comentarios
Pistacho Imaginario -
¡Pasadlo bien!
Hell -
Cuidado con la niebla, que provoca naufragios imposibles. No hay problema si tienes un buen faro cerca, por si las moscas.
Besote!
hautor -