Hay formas de la felicidad que sólo se pueden rozar bajo una tormenta de verano como la que cayó ayer. No me puedo ni imaginar cómo será para el que tenga limoneros, por ejemplo, pero eso es otra cuestión. De repente, una especie de radiación gris ocupa el aire, la luz se vuelve amarillenta o anaranjada y se levanta un viento del sur-sureste. Suena un trueno y rompe a llover: el primer olor es el del polvo, y después viene otro, muy acusado, a tierra áspera y a arena caliente. Estamos hablando de cuatro meses sin llover, al fin y al cabo. Las gotas están templadas, y todo, el color del cielo y el rumor del agua cayendo y los olores de la tierra, te colocan. Te sacuden, en serio. Como el cuento de Borges en que la lluvia en el desierto despierta a Homero de una meditación troglodita que ha durado años. Lisergia. Éxtasis. Agua.
3 comentarios
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Hell -
No quiero vientos, no quiero rayos, no quiero truenos... Sólo quiero AGUA.
hautor -