MÁS TORMENTAS

Las dinner parties son, digan lo que digan, un sucedáneo. Nunca es lo mismo que una buena noche de juerga por los bares. Pero la ginebra es exactamente igual. Y además (si el anfitrión es decente) hay barra libre. Peligroso. Pero no pasa nada, porque la naturaleza, que en mi vida ha pasado de correlato objetivo a fuerza viva, me aplicó la siguiente bofetada desentontecedora: nada más volver a casa, el domingo de madrugada, y sacar a los miniperros a dar un paseíto, me cayó encima la segunda gran tormenta veraniega del mes. Con la diferencia de que en ésta yo ya andaba borracho. En fin, un fin de semana lleno de bendiciones.
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