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Poesía y Macarrones

BARRAS Y ESTRELLAS, PERO SOBRE TODO BARRAS, POR FAVOR

BARRAS Y ESTRELLAS, PERO SOBRE TODO BARRAS, POR FAVOR

Entérense aquí (gracias, Pedro) de la fabulosa religión del Flying Spaghetti Monster, y quién sabe si no decidirán hacerse. Qué mejor cura contra la estupidez (y vivimos en unos tiempos particularmente estúpidos) que la risa, la mofa, la ironía y hasta la carnavalización.

La creación de este nuevo culto me ha hecho pensar, sobre todo, en ese país, los E.E.U.U., capaz de lo peor y capaz de lo mejor, caldo de cultivo de todo tipo de sectas (como el neoliberalismo, el neoconservadurismo y Discovery.org), y fábrica de genios a tres turnos, todo al mismo tiempo. Si nunca hubiese existido, si al norte del desierto de Sonora comenzase un mar que llegara hasta Canadá, desengáñese, amigo izquierdista: usted no sería el que ahora es. No habría leído a Russell ni a Kerouac, no habría escuchado blues ni jazz ni (por tanto) música pop de ningún tipo. No odiaría a los E.E.U.U. basándose en los bien fundados argumentos de Bob Dylan o Bruce Springsteen o Green Day. Y un consejo: deje de comerse la cabeza para encontrar una respuesta al argumento de que la prueba de que E.E.U.U. sigue teniendo una democracia está en que Noam Chomsky puede, desde este país, seguir publicando los ataques frontales que publica. No hay respuesta posible, porque es verdad.

En serio se lo digo: tratar de razonar el odio a un país tan enorme es como tratar de razonar el odio a la gente con el pelo castaño. Recuerdo una conversación con un yanqui merluzo (el único que he conocido, por otra parte, los demás son un encanto de personas), un policía neoyorquino que se creyó en la necesidad de reconvenirme por unas frases que yo estaba diciendo y que podían implicar una censura a su país (pero que en realidad sólo implicaban un rechazo a su presidente). El tío me dijo que, si no fuera por su patria, la mía seguiría debajo de la bota de Hitler. Y yo no le contesté en ese momento que, de hecho, por culpa de su patria, la mía permaneció treinta y seis años bajo la bota de un enano borderline. Le dije que ya lo había visto en el cine. Porque ni siquiera cuando te lo ponen tan, tan a huevo hay que hablar de patrias y países como si fueran personas (fenómeno conocido como metonimia). Hay que hablar con propiedad. De esas cosas hay que hablar como lo que son: nada. De nada.

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