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Poesía y Macarrones

IT'S RAINING MEN

IT'S RAINING MEN Con esa canción me pasaba que, cuando la oía, creía entender It's raining men, pero pensaba que me equivocaba, que no lo entendía bien (¿Cómo va a decir en una canción Está lloviendo hombres?), y luego para mi sorpresa me enteré de que sí, de que era eso. Algunas veces la traducción no hace sino arruinar las expectativas, corromper, defraudar, exponer algo feo que imaginábamos bonito. A veces (pero sólo algunas veces), la ambigüedad y la oscuridad son un filtro que aporta belleza y sentido a las cosas. Si te equivocas, en cambio, si lo aplicas mal, te equivocas dos veces: por fealdad y por opacidad.

Esto no sé por qué lo digo, tal vez un exceso de Blake, como ya mencioné. Yo mentaba lo de la lluvia porque me ocurre que, pese a lo fundamental que resulta en poesía (es un ingrediente indispensable del Spleen, por ejemplo), pese a la inspiración que ofrece en estados de ánimo melancólicos y la invitación que supone al recogimiento y la reflexión, en el mundo de los transportes internacionales (mi otro mundo, me guste o no) es una putada inmensa que nos impide cargar por un lado y nos detiene los camiones por otro. Por no mencionar lo que ocurre cuando la puta lluvia se cristaliza y se convierte en nieve. La horrible semana de nervios, parcheo, llamadas a diestro y siniestro y malas noticias sucesivas se la debo a ésas, nuestras amigas las nubes que por otro lado tanto y tanto poema malo me han regalado. Mejor no hago balance.

Por suerte es viernes, eso sí, y acabo de encontrar en la güé una página con cuadros de uno de mis pintores favoritos: Mark Tansey. Este tipo es la demostración viva de que la poesía puede no tener forma escrita, que los fenómenos que conocemos con el apelativo de poéticos (los encuentros repentinos con fragmentos desconocidos de la realidad, el hallazgo de puntos de vista insospechados o la simple inundación de emociones), pueden llegar en vehículos no lingüísticos: la imagen de una pareja que trata de entrar, él buscando preocupado la llave, ella con expresión impaciente, al palacio del Bien y del Mal, o la que representa a Derrida bailando un tango al borde de un acantilado... O ésta que coloco aquí, que es mi cuadro favorito, La hija del artesano... para disfrutar con tiempo.

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