EL EXISTENCIALISMO DECONSTRUCTIVISTA Y VOS
Será por la novelita de Michel Houellebecq que estoy leyendo, será por el clima centroeuropeo que estamos sufriendo últimamente, será porque Charo y yo hemos tenido fines de semana mejores que el pasado, me veo dándole vueltas y más vueltas a todo ese rollo del existencialismo y la deconstrucción. De repente, todo me parece absurdo. Perdón, me parece absurd, en francés, claro. La número dos de Nokia deja su trabajo para dedicarse a coger setas en el bosque. Absurd. Dos fiscales italianos abren un proceso para aclarar la muerte del agente secreto. Absurd. Un camión de mi empresa está retenido en Aranjuez a la espera de un documento. Doble absurd. Umberto Eco saca otra novela. Sin comentarios.
¿Para qué me empeño en esto de la poesía? ¿Por qué me afeito por las mañanas? ¿Qué sentido tiene que los dedos de mis pies sigan produciendo milímetros de uña? (que luego habrá que recortar periódicamente). Nada parece tener sentido. Millones de escandinavos van de la cama al trabajo y del trabajo a la cama sin ver más de tres horas de sol al día: ¿por qué? Para todas esas preguntas la única respuesta es otra pregunta: ¿Es que no tienes nada mejor que hacer que deprimirte? O, como diría mi gran Luis Alberto de Cuenca: ¿Qué esperas de la muerte, cara pálida? ("Carta de un sioux a un masoquista"). Es verdad: el problema de todos estos amargados, que se agarran a esas preguntas sin respuesta para poner cara de palo y jugar con la idea del suicidio, vestirse de negro y beber Calvados sin hablarse en cafeterías mal ventiladas, está en que transforman la falta de sentido que advierten a su alrededor en aburrimiento, depresión, falta de autoestima y discursos de Jean-Paul Sartre. En resumen: en tostón. Pásense al Prozac, señores, no conviertan el día en que se levantaron con el pie izquierdo en un sistema metafísico peñazo.
Yo prometo intentar hacer lo mismo. Pero sin Prozac, por favor, qué falta de glamour.
¿Para qué me empeño en esto de la poesía? ¿Por qué me afeito por las mañanas? ¿Qué sentido tiene que los dedos de mis pies sigan produciendo milímetros de uña? (que luego habrá que recortar periódicamente). Nada parece tener sentido. Millones de escandinavos van de la cama al trabajo y del trabajo a la cama sin ver más de tres horas de sol al día: ¿por qué? Para todas esas preguntas la única respuesta es otra pregunta: ¿Es que no tienes nada mejor que hacer que deprimirte? O, como diría mi gran Luis Alberto de Cuenca: ¿Qué esperas de la muerte, cara pálida? ("Carta de un sioux a un masoquista"). Es verdad: el problema de todos estos amargados, que se agarran a esas preguntas sin respuesta para poner cara de palo y jugar con la idea del suicidio, vestirse de negro y beber Calvados sin hablarse en cafeterías mal ventiladas, está en que transforman la falta de sentido que advierten a su alrededor en aburrimiento, depresión, falta de autoestima y discursos de Jean-Paul Sartre. En resumen: en tostón. Pásense al Prozac, señores, no conviertan el día en que se levantaron con el pie izquierdo en un sistema metafísico peñazo.
Yo prometo intentar hacer lo mismo. Pero sin Prozac, por favor, qué falta de glamour.
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