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Poesía y Macarrones

ODIO

ODIO AÍDA

ODIO AÍDA

Uf, cómo odio Aída . Y eso que es la única serie española que puedo soportar más de cinco minutos. Imagínense lo que odiaría las otras. Es curioso que, precisamente, la única que puedo ver es la única que odio. Las otras no, porque lo que uno no ve no puede constituir motivo de odio, ¿no? Bueno, ya hablaremos de este interesante tema en otra ocasión.

Aída me da arcadas. En serio. ¿Por qué? Muy fácil:

a/ Por el rollito humor y denuncia social que llevan, o más bien por lo mal que lo llevan. Están en el barrio más chungo de Madrid, ¿no? ¿Pues por dónde andan los inmigrantes, los okupas, los yonquis, las putas (sí, ya sé que hay una puta en la serie, pero ya hablaré de ella en el punto c), los choris? Y vale que el piso en el que viven tiene muebles viejos y tapetes para indicar clase baja, pero sólo el salón ya es más grande que todo el jardín comunal de mi bloque. Y la protagonista, esa asistenta madre soltera ahogada por la precariedad laboral, se pasa el día del bar a la tienda y de la tienda al bar. No me extraña que no le dure ningún curro. Ah, y se preguntarán ustedes, ¿y el lenguaje de clase baja? Pues lo que hacen los actores mayormente es gritar, que se pensarán que con eso ya no hay quien los distinga de un cheli de Vallecas, o decir frases como Me voy a cagar, que esto ya está tocando braga (aunque reconozco que ésa tiene su gracia), pero por lo demás, una dicción impoluta. Que no, que no cuela, hombre.

b/ Por el vestuario. Pero esto me pasa con todas, porque, ¿a quién no le jodía que, en Siete vidas, Santi Millán sacase cuatro camisetas nuevas de diseñador de cien euros por capítulo, siendo un camarero de mierda? Claro que aquí ya el rizo se riza varias veces, porque es un extoxicómano en paro el que saca las Guru, las Gas y las O'Neill, varias por episodio, y cuando se las quita las quema, para qué las va a lavar.

c/ Por la puta. Todo de diseñador. Ni un top, ni una minifalda, ni un leopardo (lástima, por otra parte, porque la actriz es Melanie Olivares). El piso, amueblado en el Ikea. No se le escapa ni un taco. Nunca sale ningún cliente. Ni tatuajes, ni drogas, ni piercings. Por ser sosa, ya es que ni fuma. ¿Pero quién se cree que esa muchacha sea puta, hombre por el amor de dios?

d/ Por el Jonathan. ¿Este crío no era el hijo del diablo? Hombre, no estoy diciendo que salga fumando crack en la serie, ¡pero por lo menos que fume tabaco! ¡Que tenga algún vicio, que escuche bakalao, que llegue tarde a casa por las noches! Nada. El crío es problemático porque hace trampas jugando al ajedrez. Creo que sale en un episodio enrocándose dos veces, el muy cabronazo. En Alcalá Meco, tenía que estar.

e/ Bueno, sí, y por la canción de Bebe. Uf, Bebe, hija, qué cansina, ¿por qué no te vas con Amaral a Las Vegas, a triunfar allí las dos? En serio.

ODIO MUJERES DESESPERADAS

ODIO <em>MUJERES DESESPERADAS</em> Esto sí que es odiar sin conocimiento de causa, porque no he visto más de cinco minutos seguidos de la serie, pero me da igual. Odio Mujeres desesperadas. Me dan arcadas los monólogos en off que se marcan en plan soy muy profunda soy muy moderna soy muy guay. Me salen sarpullidos de la urbanización en la que viven (¿es que no han visto Eduardo Manostijeras?). Las continuas muertes violentas, asesinatos, infidelidades, que los guionistas van acumulando en un vano intento de captar la atención de alguna neurona pueblerina. La supuesta sex symbol latina que enseña sin tapujos su interpretograma plano, que se ha operado más veces que Sara Montiel. Y sobre todo odio, odio, odio la musiquita, ese ridículo pizzicato que quiere decir todo es esta serie es cool, pero que en realidad lo que me dice a mí es todo en esta serie es una ful.

ODIO A LOS HARE KRISHNA

ODIO A LOS HARE KRISHNA He encontrado un blog bastante gracioso que se llama Odiolitos (una página sobre lo que Litos odia). La idea es muy buena: en cada entrada se despacha a gusto sobre una de esas cosas que, como dicen los anglosajones, amamos odiar. Las gafas de pasta, Björk, Ámelie, las bodas o los vegetarianos van siendo triturados con una rabia acojonante. Con una rabia muy sana.

Porque odiar es de lo más sano. Jamás he confiado en esa gente que, empachada de filosofías orientales (más bien horientales), imposta una interioridad impoluta y declara no odiar nada ni a nadie. Perfect sunshine of the spotless mind. Mis cojones. Un tipo que no odia es un tipo que no ama, ése es el circuito y ésa es la lucha. ¿Qué aman estos pseudobudistas por la senda del nirvana? ¿Las flores? ¿Los riachuelos procelosos? ¿La armonía de todo lo creado? De hecho, el nirvana se define como la confluencia del bien y del mal, la desaparición definitiva de todo amor y todo odio: la paz infinita. Es decir, estar muerto. Se supone que los budistas se reencarnan indefinidamente hasta que alcanzan la pureza suprema, ¿no? Pues ahí lo tienen. Para quien lo quiera, el nirvana ése. Si me pierdo, no me busquen en Lhasa.

Odio a la gente que no odia nada. Y con esto inauguro la sección ODIO, que espero que disfruten.

MÁS SOBRE LOS BUCEADORES

MÁS SOBRE LOS BUCEADORES Voy a insistir en mi poema de los buceadores, ése del que hablé ya hace unos cuantos posts y que en realidad está ya escrito, sólo que no en papel, falta que caiga y se instale en la serie de versos procedente, nada más, porque tras meses y meses de darle vueltas lo que tengo que decir en él ya lo sé. Ahí están los buceadores, paseando por el borde de una plataforma oceánica o algo así, ya sin prisas (yo los visualizo, digamos, volviendo a casa tras una jornada de trabajo), hablando de sus cosas (ese detalle un poco de ciencia ficción, ya dije), e imaginando una playa de arena seca, con un desayuno seco servido por muchachas secas, con ropa seca, etcétera.

¿Qué les parece? Yo ya digo que a veces me parece sublime y otras un asco. Sea como sea, le falta el ingrediente secreto, el mascarpone por llamarlo así, ése que sí contienen las mejores novelas de Kerouac o Camus o Cortázar o Houellebecq o Bolaño y que te fuerza a replantear el mundo, cambiar de vida, largarte al Tibet etcétera etcétera. Exclusivo de la novela, el elemento "bofetón" es el que me gustaría importar a mi poema de los buceadores (a todos mis poemas, en realidad). Obligarlos a todos ustedes a hacer las maletas, es de lo que se trata. Y eso a base de poemas.

TAGLIATELLE AI FUNGHI

TAGLIATELLE AI FUNGHI Ni idea de por qué le he puesto este título a este post, por el sonido será: tagliatelle ai funghi, qué bonito, ¿no?

En realidad yo de lo que quería hablar es de mi poema de los buceadores. Llevo con él, dándole vueltas y vueltas en la cabeza, desde diciembre. Salen unos buceadores, desplazándose a su peculiar manera por el fondo del mar, y pensando en sus cosas. Pero me he acostumbrado hasta tal punto a pensar en él que dudo que algún día pueda sentarme a escribirlo (el último paso del proceso). A veces me digo que es malo. Otras, que es un plagio de Justo Navarro (a quien adoro como poeta, no tanto como novelista, y quien me ha enseñado un alto porcentaje de todo lo que sé). Otras, que es tan bueno que me va a abrir las puertas del Hiperión, la fama y el dinero. Pero sigue por ahí dentro, debajo del mar, y la verdad es que a este ritmo de meses y meses por poema no voy a acabar un libro ni para dos mil quince.

Los buceadores hablan entre sí (un detalle un poquito de ciencia ficción, la verdad), y se dicen que si siguen adelante no es ya por los tesoros submarinos ni las cuevas de coral, sino por la imagen de una playa de arena seca, el desayuno servido por bellas muchachas polinesias y ropa recién planchada. Todavía no sé el final.

MACARRONES CON PATAS

MACARRONES CON PATAS Macarrones con patas y antenas, con partes blandas y otras coriáceas, macarrones ensangrentados en cualquier caso, macarrones-tributo al dios, componen el menú del día chez Leopoldo María Panero.

Nunca estaremos seguros de la opinión personal que le merece al poeta el mega-hype que envuelve su figura, ni hasta qué punto es consciente de que es ése un obstáculo que su poesía debe superar. Yo estoy convencido, en cambio, de que todas esas discusiones quedan muy lejos de su guarida, de su cocina de leña, donde los condimentos están guardados en probetas e instrumentos químicos, sin etiquetar:

LA MALDAD NACE DE LA SUPRESIÓN HIPÓCRITA DEL GOZO

«Jois e Jovens n'es trichaire
e malvestatz es d'aqui»

MARCABRÚ

Una cucaracha recorre el jardín húmedo
de mi chambre y circula por entre las botellas vacías:
la miro a los ojos y veo tus dos ojos
azules, madre mía.
Y canta, cantas por las noches parecida a la locura,
velas
con tu maldición para que no me caiga dormido, para que no me olvide
y esté despierto para siempre frente a tus dos ojos,
madre mía.