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Poesía y Macarrones

FUSILLI AL PESTO

FUSILLI AL PESTO No me gusta insistir, pero creo que el otro día no dejé clara la situación trabajo-poesía. Para un aprendiz de poeta que se precie de serlo (aunque tenga ya casi treinta taquitos), la poesía es un centro inaccesible en torno al cual se articula todo lo demás. También el trabajo. Ergo, para cualquiera de nosotros un trabajo es sólo una actividad periférica, intercambiable, puramente alimenticia, molesta y marginal. Dicho esto, los curritos que he tenido desde que tengo memoria:

1/Actualizador de contratos de Repsol
2/Portero de bar
3/Pinchadiscos de (el mismo) bar
4/Pinchadiscos de Disco-Pub (uf)
5/Repartidor de publicidad (ay)
6/Profe de apoyo
7/Camarero de banquetes
8/Chico del cambio en una sala de tragaperras (ugh)
9/Profe de español para extranjeros
10/Lector de español (el mejor)
11/Mecanógrafo
12/Croupier de ruleta americana
13/Agente de una casa de apuestas
14/Operador de transportes internacionales

Si le quitamos la numeración puede salir un poema beat a lo (una reverencia por favor) Charles Bukowski. Sólo lamento no haber trabajado en un buen restaurante italiano: primero algo de antipasto, jamón y ensalada de pulpo o algo así, después, fusilli al pesto genovés, después, ossobucco brasato (con una botellita de tinto del Piemonte), después de postre, tiramisú por supuesto. Un ristretto, una copita de limoncello y un Cohiba, y a silbar que la vida es bella. A seguir dando vueltas, que para eso somos satélites.

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